En la paz de la clausura del convento de la Trinidad, la monjas dominicas dedicadas a la contemplación, elaboran artesanalmente, la tradicional repostería conventual de Orihuela, la cual constituye un importante legado gastronómico y cultural de nuestra ciudad.

Esta comunidad de monjas se estableció en la localidad en 1602 gracias a la intervención de los frailes de la Orden de Predicadores de la Universidad de Orihuela, quienes mediaron para que seis monjas dominicas del convento de las Magdalenas de Valencia se establecieran en el convento de Santa Lucía, el cual había sido un beaterio, cercano a la catedral y al palacio episcopal, siendo uno de sus grandes protectores el obispo de Orihuela fray Andrés Balaguer, dominico. En los albores de la Guerra Civil el convento fue destruido. Una vez finalizada la Guerra, en 1941, la comunidad se estableció en el convento de la Santísima Trinidad fundado en 1580 por los Trinitarios Descalzos.

Las recetas de estas «dulces tentaciones» son transmitidas por vía oral de generación en generación.

Las recetas de estas «dulces tentaciones» son transmitidas por vía oral de generación en generación, calculando, todavía, las proporciones de los ingredientes en onzas. En un principio las hacían para compartir con sus benefactores y desde el siglo XIX las comercializan para su propio sustento.

A través del torno ponen al alcance de todos los paladares, caprichos con sabores sin fin: zamarras, chatos, mantecados, toñas, rollos de huevo, de anís, almendrados, polvorones, pasteles de gloria, bizcochos, tortadas de almendra, brazos de gitano, dulce de membrillo, de tomate, mermeladas variadas…

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