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Cuando Lake Sokolov llegó al campo, fue marcado con el número 32407. Se ofreció voluntariamente a los nazis para ser enviado al campo con la esperanza de salvar al resto de su familia. Pero sus padres murieron en el campo unos meses antes de su llegada sin que Sokolov jamás se enterara.
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Comenzó a trabajar para el ala política de las SS y, en los dos años siguientes, tatuó con la ayuda de asistentes a miles y miles de prisioneros.
Conoció a quien se convertiría en su esposa un día de julio de 1942. Quería evitar la tarea de tatuarla a toda costa, pero su jefe —un francés llamado Pepan— lo obligó para no desatar la ira de los nazis. Al tatuar el brazo de ella, su número se le quedó tatuado “en el corazón”. El número que tuvo que grabar fue el 34902. La mujer, averiguaría lugo, se llamaba Gita.
Al poco tiempo, gracias a la ayuda del guardia SS que lo supervisaba, empezó a intercambiar cartas con ella. Luego logró conseguirle raciones de comida extra y hacer que fuera trasladada a un mejor sitio de trabajo en el campo.
En 1945, Gita pudo dejar el campo antes de la llegada de los rusos. Poco después, hizo lo mismo Sokolov, quien regresó a su ciudad, Krompachy, en Checoslovaquia. Allí se reunió con su hermana y el resto de su familia.
Pero él quería encontrar a Gita; y viajó a Bratislava en una carroza, con la esperanza de poder encontrarla allí.
Esperó en la estación de trenes durante semanas, hasta que el jefe de la estación le dijo que intentara encontrarla en la sede dela Cruz Roja. Cuando se dirigía hacia allí, una mujer se paró frente a su caballo. Era Gita…
Una historia inolvidable y necesaria, un canto a la esperanza, el amor y a la supervivencia en tiempos excepcionales.
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